domingo, 22 de febrero de 2015

El poder de aprender

Hay una historia que cuento a mis alumnos de biología sobre las bacterias y uno de los magníficos poderes que tienen. Las bacterias tienen ADN como nosotros, y lo heredan de sus antecesores como nosotros lo heredamos de nuestros progenitores, hasta ahí todo normal. Lo curioso es que las bacterias pueden compartir ADN con otras bacterias, esto se llama transferencia horizontal de información genética. Es algo que nosotros no podemos hacer, nosotros sólo tenemos herencia genética, una transferencia vertical de información genética y además en dirección única: de padres a hijos y nunca en dirección contraria.


Las bacterias tienen su ADN (la información que codifica las instrucciones) para sintetizar sus proteínas, que serán sus “máquinas” celulares que le permiten desarrollar todas sus actividades. Según el ADN que tengan así podrán crear unas proteínas u otras y por tanto podrán hacer unas cosas u otras. Se descubrió que había bacterias que eran resistentes a algunos antibióticos porque tenían unas proteínas (enzimas) que rompían el antibiótico y así conseguían ser inmunes a ese antibiótico concreto. De manera normal esa capacidad, esa resistencia al antibiótico, la pasaban a las siguientes generaciones que heredaban el ADN que codificaba para esas proteínas.


Lo que no era tan normal es que esa información, ese ADN, pudieran pasarlo también a otras bacterias que no lo tenían y por tanto no eran resistentes al antibiótico. Resulta que pueden hacer copias de ese ADN (esas instrucciones para sintetizar proteínas que rompan el antibiótico) y dárselas a otras bacterias que, al tener ahora las instrucciones, pueden sintetizar sus propias proteínas y volverse resistentes al antibiótico. Y además las descendientes de estas nuevas bacterias resistentes también lo serán. Me parece maravillosa esta capacidad de compartir información y dotar de nuevas habilidades a otros individuos, individuos que pueden ir coleccionando nueva información y por tanto ir acumulando nuevas habilidades. Se pueden crear así bacterias con resistencia a múltiples antibióticos.


Y esto no acaba aquí, no sólo pueden pasarse ADN entre bacterias sino que también pueden tomar fragmentos de ADN que encuentren por el medio, incluirlos en su colección de información genética y utilizarlo. Esta habilidad se utiliza en biotecnología para darles a las bacterias la información para proteínas que queremos que sinteticen y así las utilizamos como mini fábricas de proteínas; sin pagarles ni darles vacaciones, simplemente dándoles un lugar donde vivir, las instrucciones y alimento. No sólo pueden pasarse información para resistir antibióticos sino también para crear otro tipo de proteínas, que les permitan consumir algún tipo de producto y crecer comiendo algo que nos puede interesar a nosotros que degraden, como plásticos y derivados del petróleo en vertidos, por ejemplo.


Cuando estudié esto me quedé fascinado por las bacterias, entre otras habilidades que tienen, me pareció que el poder tomar información de otros individuos o del medio y adquirir nuevas habilidades es algo genial y era una lástima que nosotros no pudiéramos hacerlo... ¿o sí podemos? ¿Nosotros podemos adquirir nueva información que no tenemos para realizar nuevas actividades o adquirir nuevas habilidades?



Por eso me fascina el aprendizaje, nuestra maravillosa capacidad de aprender, que viene del verbo aprehender: agarrar, tomar para nosotros nueva información y hacerla nuestra. Podemos aprender casi cualquier cosa que tenga una técnica, podemos hacer casi cualquier cosa que otro ser humano sea capaz de hacer, y más todavía, podemos combinar esas informaciones y habilidades y desarrollar otras nuevas. Seamos conscientes o no, somos maravillas. Disfrutemos nuestros poderes! :)


sábado, 14 de febrero de 2015

Vivir antes de morir

- Todo el mundo sabe que se va a morir -volvió a decir (Morrie)-, pero nadie se lo cree. Si nos lo creyéramos, haríamos las cosas de otra manera.

- De modo que nos engañamos acerca de la muerte -dije yo.

- Sí. Pero existe un planteamiento mejor. El de saber que te vas a morir y estar preparado en cualquier momento. Eso es mejor. Así, puedes llegar a estar verdaderamente más comprometido en tu vida mientras vives.

- ¿Cómo puede uno estar preparado para morir? -dije.

- Haz lo que hacen los budistas. Haz que todos los días se te pose en el hombro un pajarito que te pregunta: "¿Es este el día? ¿Estoy preparado? ¿Estoy haciendo todo lo que tengo que hacer? ¿Estoy siendo la persona que quiero ser?"

Volvió la cabeza hacia su hombro como si tuviera allí al pajarito en aquel momento. -¿Es este el día en que voy a morir?

Morrie tomaba libremente ideas de todas las religiones... Le gustaban algunas ideas filosóficas del budismo y del cristianismo, y seguía sintiéndose a gusto dentro de la cultura del judaísmo. Era un ecléctico en cuestión de religión...

- La verdad, Mitch -me dijo-, es que cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.

Yo asentí con la cabeza.


- Voy a decirlo otra vez -dijo-. Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.

Sonrió, y yo me dí cuenta de lo que pretendía. Se estaba asegurando de que yo absorbía aquella idea sin avergonzarme haciéndome una pregunta. Era una de las virtudes que lo convertían en un buen maestro.

- ¿Pensabas mucho en la muerte antes de ponerte enfermo? -le pregunté.

- No -respondió Morrie, sonriendo- Como ya he dicho, nadie se cree de verdad que se va a morir.

- Pero todo el mundo conoce a alguien que se ha muerto -dije yo-. ¿Por qué es tan difícil pensar en morirse?

- Porque la mayoría de nosotros vamos por ahí como sonámbulos -siguió diciendo Morrie-. En realidad, no conocemos el mundo plenamente, porque estamos medio dormidos, haciendo las cosas que automáticamente creemos que debemos hacer.

- ¿Y el hecho de enfrentarse a la muerte lo cambia todo?

- Pues, sí. Te quitas de encima todas esas tonterías y te centras en lo esencial. Cuando te das cuenta de que te vas a morir, lo ves todo de una manera muy diferente.

Suspiro.

- Aprende a morir y aprenderás a vivir.

Como tan bien dice Morrie Schwartz en el libro de Mitch Albom “Martes con mi viejo profesor” (el original en inglés “Tuesdays with Morrie”) muchas veces vivimos sin plena consciencia de que vamos a morir, dando por supuestas muchas cosas y sin valorar en su justa medida tantas otras. No hay mucho más que añadir a esta idea tan potente. Cuando de verdad conseguimos ver la vida como lo que es, la vivimos de otro modo.

En relación con esta idea me gusta una breve historia india; cuenta de un príncipe que estando de viaje encontró la cueva donde habitaba un anciano sabio y con curiosidad entró a conocerle. En la cueva se encontró con muy pocas cosas, apenas una esterilla, un par de mantas y enseres para cocinar, entonces preguntó al sabio -¿Dónde están el resto de tus cosas, tus muebles y tus posesiones?- El sabio le respondió -¿Y las tuyas? ¿Dónde están tus muebles?- El príncipe extrañado respondió -No las llevo conmigo, sólo estoy de paso por aquí.- Sonriendo el anciano dijo -Lo mismo que yo, sólo estoy de paso por aquí.-

Vivimos de paso, la vida no es un estado permanente en el cual acomodarnos, es un viaje, con un inicio y un final, no un lugar donde habitar por siempre. En tu mano está disfrutar el viaje y vivirlo a tu gusto.