martes, 19 de mayo de 2015

Enamorarse

Enamorarse es probablemente una de las emociones más intensas que podemos experimentar en la vida, y una de las que más efecto tiene en la valoración de la calidad de nuestra vida. ¿Cuántos hemos sentido que todo es perfecto gracias a este estado? ¿Cuántos hemos querido morir (puntualmente) en caso de no ser correspondidos? Y lo más importante, ¿cuántas personas confunden el amor con el enamoramiento? ¿Cuántas personas “piensan” o sienten que el amor se ha acabado al pasarse los efectos del enamoramiento porque ya no te quiero como antes, ya no siento lo mismo? Hay quienes entonces se resignan a perder lo que hubo y otras personas dejan esa relación para lanzarse a la búsqueda en otra persona de las sensaciones del enamoramiento que identificaron como las señales del verdadero amor, y pasado un tiempo vuelven a sentir que las cosas cambian y lo identifican como el que el amor se ha acabado de nuevo... Y así podemos pasarnos la vida en una montaña rusa de emociones y parejas... o podemos investigar, aprender y hacerlo mejor si esto no nos convence.


Podemos seguir jugando a dejarnos arrastrar por esta emoción, intentando ajustar nuestras velas a sus vientos “cambiantes e impredecibles” o comprender un poco más qué es esta emoción tan intensa y cómo afecta a nuestro cerebro y por tanto a nuestra experiencia de vida. Hace tiempo que se sabe quienes son algunos de los responsables químicos de nuestras emociones, cómo funcionan y cómo nos afectan. No es mi intención destruir o disipar la “magia” del enamoramiento o el amor, creo que es una de las experiencias más satisfactorias de la vida, mi intención es que podamos disfrutar de unas experiencias más sanas. Considero que el ser humano es humano en la medida en que es dueño de sus acciones, en caso contrario no seremos más que una colección de resortes que vamos reaccionando a los diferentes estímulos ambientales sin poder elegir nuestras respuestas. Nuestra capacidad de elección se basa primero en saber que existe una opción de elegir y segundo en la voluntad de hacerlo.

Entender a qué responden nuestras emociones, cómo se producen y actúan, podemos compararlo si queréis a comprender cómo funciona un vehículo. Saber cuál es la función de cada elemento puede desmitificar la “magia” del movimiento del vehículo pero nos permite vivir una mejor experiencia del viaje si podemos elegir el destino y recorrido en vez de ser simples cargas sin voluntad que son transportadas. Aprender los conceptos básicos de la conducción evitará que nos sintamos desesperanzados cuando el coche se nos cale al salir de un semáforo, cuando se ahogue al subir cuestas o no responda como queremos al intentar adelantar otros vehículos. Si sabemos cómo conducir podremos evitar todas estas situaciones insatisfactorias o comprenderlas y resolverlas en caso de que ocurran. Que se apague el motor no significa que el coche no se vaya a volver a mover jamás.


Hasta donde conozco aún no está resuelto totalmente el proceso de enamoramiento, pero tenemos suficientes piezas idetificadas que nos permiten disfrutar de una mejor experiencia y evitar las situaciones más desagradables. Podríamos empezar planteándonos el sentido y objetivo del amor o el enamoramiento, entendiendo que existen muchos tipos y muchas maneras de expresarlos, a cada cual más acertado o erróneo, o más acorde a nuestra manera de entender la vida. Desde hace mucho tiempo hemos jugado a etiquetar el amor, que si platónico, romántico, bohemio, libre, universal, incondicional, dramático, patético... Hay quienes disfrutan del drama y no quieren saber cómo manejarse en el torrente de sus emociones, sino que defienden la supuesta pureza (e incluso origen espiritual) de sus emociones y creen a pies juntillas que lo más noble, acertado y valiente es obedecer ciegamente sus impulsos.

Hay muchas tradiciones poéticas, sociales, religiosas y culturales asociadas al amor, y por tanto a nuestra percepción y valoración del mismo. No vamos a entrar ahora a descifrarlas, simplemente digamos una vez más que nuestra experiencia de la vida se basa en nuestra interpretación de la misma, todo se debe a nuestra pauta explicativa. Nuestras creencias, conscientes o inconscientes, son los filtros con los cuales vamos a catalogar nuestra percepción de lo observado (la vida), y serán nuestros pensamientos, conscientes o inconscientes nuevamente, los que a continuación disparen los juicios de valor sobre lo observado; finalmente la expresión y mensajeros de estos juicios mentales son las emociones que sentimos. Cuando una persona nos resulta agradable a primera vista y sentimos atracción o afecto por ella no es por un aura mágica e invisible, sino por ciertos detalles que nuestro cerebro ha percibido e interpretado como agradables y deseables de manera más o menos consciente para nosotros, y que resume de forma global en una emoción de atracción o repulsa.


Esta manera de actuar de nuestro cerebro ha sido una capacidad tremendamente útil para la supervivencia de nuestra especie al permitirnos valorar mucha información de muchas situaciones en décimas de segundo y proporcionarnos una respuesta rápida y concisa, esa sensación o emoción que nos impulsa a actuar en base a nuestras experiencias pasadas archivadas inconscientemente. El objetivo principal de nuestro cerebro es nuestra supervivencia, y su segunda prioridad es procurarnos placer y evitarnos el sufrimiento. ¿Cuál es el objetivo del enamoramiento? El enamoramiento desde un punto de vista biológico o evolutivo se explica como el gusto por el dulce que se nos ofrece como reclamo para el objetivo real que es la perpetuación de la especie gracias a la reproducción. Sucede igual con las frutas de los árboles, la parte carnosa y de sabor agradable no es necesaria para la supervivencia de la semilla y futuro árbol, sino que es un reclamo atractivo para los animales, que al tomar el fruto y comerlo con suerte transportarán la semilla lejos del árbol original, permitiendo así la germinación de la semilla en un nuevo lugar. Incluso hay semillas que para germinar necesitan haber pasado previamente por el sistema digestivo de un animal y es entonces entre los excrementos del animal cuando pueden brotar, afortunadamente además rodeadas de abono. Algo similar pasa con el néctar de las flores, que es el premio que se ofrece a los insectos por transportar el polen de flor a flor pegado en sus patas.

Que disfrutemos de relacionarnos con otros individuos de nuestra especie y que nuestro acto de reproducción pueda ser placentero, biológicamente, es una ventaja para nuestra especie que favorece que la población aumente al reproducirnos por gusto. Actualmente podemos disfrutar simplemente del sabor del fruto sin tener que plantar la semilla, pero originalmente este era el diseño funcional y propósito del fruto. Lo que experimentamos como enamoramiento es un conjunto de señales y estímulos cerebrales que nos ayudan a identificar, crear y desear las situaciones propicias para una reproducción beneficiosa para la especie. Los otros vínculos y afectos que se generan entre los posibles progenitores, que podemos interpretar como amor, sirven para ofrecer a las posibles crías un mejor entorno en el que desarrollarse y crecer hasta valerse por si mismas. De ahí que muchas de las cosas que nos resultan atractivas y deseables de otras personas, consciente o inconscientemente, sean indicadores de salud y cualidades beneficiosas para la reproducción y posterior cuidado de las crías, que representan la supervivencia de nuestra especie.


Somos animales, dotados de una gran capacidad de aprendizaje y elección, y seguimos portando los instintos que tan bien nos han servido a la especie y a nosotros como individuos hasta el momento. En nosotros está comprender mejor cómo funcionan nuestras emociones e instintos y por tanto emplearlos y ampliar nuestra capacidad de elección o continuar una vida menos voluntaria y libre y más dirigida por los impulsos y reacciones que responden a las señales del ambiente. La base de la inteligencia emocional se resume en la frase “no se trata de hacer siempre lo que sientes, sino de elegir qué hacer con lo que sientes”, esa es la manera de ser libre y no víctimas de las señales del medio y nuestras reacciones al mismo. Entender cómo funcionan nuestras emociones y nuestro cerebro no va a acabar con las emociones y sensaciones, sino que nos permite gestionarlas de algún modo y no padecerlas sin remedio, incluso prolongarlas si es lo que queremos. Podemos disfrutar de las emociones, vivimos por y para las emociones, si podemos elegir ¿no prefieres las agradables?



Hay una frase que siempre me gustó y me parece bastante acertada: “No te engañes, todos queremos ser besados, incluso los filósofos” Creo que los científicos también, que nos entusiasme conocer cómo funcionan las cosas es una manera más de expresar nuestro aprecio y fascinación por el tema en cuestión. Todos disfrutamos de sentir emociones, no lo investigamos para desencantarlo sino para poder disfrutarlo mejor al comprenderlo a un nivel más profundo y completo. En próximas entradas desarrollaremos más sobre el enamoramiento, el amor y sus emociones y sensaciones... por qué cuando nos enamoramos esa persona nos parece perfecta y divina, por qué podemos pasarnos la noche sin dormir y sin comer y aún así no notar cansancio, qué relación tiene el desamor con el chocolate... veremos cual es la bioquímica responsable de todo esto, qué cosas lo favorecen, lo alimentan, o cuales lo impiden y agotan. Por si nos interesa :)

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